domingo, 13 de octubre de 2013

Camino de la Vera Cruz en Bicicleta mtb



Doce días de ocupación viajera nos esperan. Doce días hacia Levante, buscando la Cruz, ese lignum crucis que se haya en Caravaca desde época templaria. Estas notas no serán un diario de viaje, o quizás sí, pero no en el sentido preciso del término, sino como parte de las vivencias acaecidas sin compromiso de ser un relato kilométrico.

Caravaca; Ciudad Santa de la Cristiandad, una de las cinco del mundo en las que se puede ganar el jubileo, será el faro que nos ilumine en nuestro camino. Esta ruta la usaron ya miles de peregrinos antes que nosotros y ahora figura de nuevo entre las grandes rutas de peregrinación de la Cristiandad.
Comenzamos este camino por el amor que mueve a la Vera Cruz de Caravaca, a nuestra tierra y a la bicicleta. Con esta última recorreremos este camino de ochocientos cincuenta kilómetros y diez mil metros de desnivel acumulado. Doce jornadas en las que visitaremos setenta y cinco poblaciones, de los antiguos reinos de Navarra, Aragón, Valencia, Castilla y Murcia. 

Dejaremos alejarse hacia Poniente el camino jacobeo y siguiendo los principales enclaves templarios nos dirigiremos hacia el sur, desde Puente la Reina, recorreremos la vertiente oriental del Arga hasta enlazar con la ribera del Ebro y llegar a Tudela. La vía verde del Tarazonica nos aproximará a las estribaciones del Moncayo, ya en tierras aragonesas. Por cañadas y veredas llegaremos a la cuenca del río Isuela, barrancos y parameras nos conducirán a Calatayud. La cuenca del Jiloca nos guiará hasta Calamocha, y por los desolados páramos de Bañón y Camañas accederemos a la cuenca del Alfambra, que nos conducirá hasta Teruel. El padre Turia nos acompañará hasta Ademuz, y por los páramos del Pinar a la almenada Moya. Ya en las sierras conquenses buscaremos la cuenca del río Ojos y los campos de Utiel y Requena. Atravesaremos el Cabriel y el Júcar por la Manchuela albaceteña, posteriormente el altiplano murciano. Cruzaremos el Segura, para acceder a la agreste Moratalla, y llegar a nuestro destino en Caravaca de la Cruz. 

Así; setecientos años después, como modernos templarios, nos encaminaremos a este centro de culto que representa la antigua bailía caravaqueña, con la misma fe que ha unido a miles de peregrinos a lo largo de la historia, por encima de diferencias culturales e intereses nacionales. Este sentido cristiano no será obstáculo, más bien al contrario, para que miles de personas recorran este camino, con los más diversos intereses, pero siempre unidas por esa huella que el camino deja en todo peregrino de pertenecer a una comunidad universal.

Mariano Vicente, Murcia abril de 2013